Era
el año 2003 cuando unos pocos de nosotros, aceptando la invitación del
misionero burgalés Alfonso Tapia, incluso antes de existir como ong, nos
decidimos a viajar por primera vez a Perú, concretamente a la Selva Central. La experiencia
fue tan interesante, que diez años después se ha convertido en una cita
habitual en los veranos de la ongd Persona Solidaridad.
Echando
la vista atrás uno puede ver que muchas cosas han cambiado y otras no tanto.
Lo
que no deja de sorprender al llegar es el caos de tráfico en el que se circula
en Lima, pero diez años después uno puede ver como la flota de automóviles está
siendo renovada y sobre todo se observan un incontable número de obras en la
ciudad, muchas de ellas dirigidas a mejorar la fluidez del transporte tanto
público como privado.
Algo
que no ha cambiado es la acogida de los padres franciscanos ubicados en el
histórico barrio del Rimac de la capital peruana. Sus puertas y sus
instalaciones están siempre abiertas para acogernos, en nuestra escala entre
Burgos y la Selva.
Para
llegar hasta nuestro destino, hay que atravesar los Andes por la carretera
Central y eso supone pasar ni más ni menos que por encima de los 4.800 metros de
Ticlio. Este año nos ha costado tres intentos por la nieve y el hielo, pero una
vez arriba, si el mal de altura (conocido como soroche) lo
permite, bien merece hacerse una foto.
En
estos 10 años, atrás quedaron las últimas horas de viaje hasta Villa Rica en
las que para llegar había que hacerlo por un camino de tierra que hacía que el
final de trayecto se hiciera especialmente complicado y cansado. Hoy el avance
en obras públicas que está teniendo Perú, permite hacerlo por una muy buena
carretera asfaltada.
Con
el tiempo nuestro paso por Villa Rica ha ido haciendo que los lazos de amistad
se hayan consolidado y nuestra visita es acogida con gran alegría por muchas
personas que agradecen con incontables muestras de cariño el granito que a lo
largo de estos años hemos querido aportar en estas tierras.
En
nuestras conversaciones este año, hemos podido constatar la preocupación que
para la población que vive principalmente del café supone “la roya”. Es un
hongo que ataca a la planta de algunas variedades y que la seca, lo que hace
que las perdidas sean muy elevadas ya que solo se remedía arrancando por
completo el cafetal y replantándolo. Esto supone que las personas cuyos Inbesos
dependen del café miren al futuro con cierto temor.
Echando
una mirada general, es fácilmente observable que las inversiones en vías de
comunicación por carretera y otras infraestructuras, por parte de las
instituciones públicas, han sido muchas e importantes pero ¿cuál ha sido la
repercusión en las personas y grupos sociales más desfavorecidos?
Cuando
uno se mete en lo profundo, se da cuenta que las cifras macroeconómicas, por
desgracia, no siempre llegan a los “últimos”.
Además
de visitar nuestros proyectos aquí, hemos podido conocer y adentrarnos en el
trabajo desinteresado que algunas personas hacen atendiendo a algunos ancianos.
Aquí no existe ningún tipo de cobertura
social (que ojala nunca se pierdan en España) lo que hace que muchos vivan
prácticamente en el abandono absoluto. La imposibilidad de trabajar les impide
tener acceso no solo a una vivienda digna sino también a la alimentación y a la
higiene. Ver como hay gente que de su tiempo y su dinero hace lo posible
visitando diariamente a más de una docena de personas que viven en estas
circunstancias y que hacen lo que está en sus manos para que vivan sintiéndose
queridas y en mejores condiciones.
Estas
personas que hacen de la solidaridad un
estilo de vida, son sin duda un estímulo para seguir viviendo ayudando a vivir
tanto en Perú como en Burgos. Ese ha querido y quiere ser nuestra labor,
especialmente a aquellos que más lo puedan necesitar.
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