(Reflexiones de un aprendiz
de voluntario)
Juanje
Los principios
Llevo desde principios de septiembre en Tanzania. Después de mucho tiempo preparándome para
esta experiencia de voluntariado y tras pedir un año de excedencia en el colegio
donde trabajo, me he embarcado en esta apasionante aventura, impulsado por una
idea obsesiva: “sal de tu tierra”.
¿Cómo explicarlo? Todo empezó hace ya unos cuantos años
cuando comienzo a ir a Perú. Conocer en profundidad aquella realidad y
removérseme algo por dentro fue todo uno. El contacto cercano con aquella gente
tan sencilla que me acogía en sus casas, las injusticias tan grandes que fui
descubriendo, las desigualdades entre unos y otros, la miseria, el sufrimiento
de tanta gente,… Algo me fue pasando y en mi corazón sentí, siento, una llamada
muy fuerte a dedicar mi vida a los pobres, a los más pequeños. Surgió entonces
el deseo de pasar un año en un país del sur.
Después de mi primer viaje a Perú, nace la idea de
realizar actividades de sensibilización en Burgos para dar a conocer aquella
realidad y también buscar fondos para pequeños proyectos de cooperación. Poco
más tarde un grupo de amigos formamos la Ongd Persona Solidaridad que ya va por
su sexto año de vida. Todos somos voluntarios y dedicamos mucho esfuerzo a la
sensibilización en nuestra ciudad y a la cooperación en Perú y Tanzania.
Y así hasta el 2011 donde todo va tomando forma. África
me llama con fuerza desde que vine por primera vez en el 2007. Ese año empecé a
conocer Tanzania de la mano del misionero burgalés Daniel Ruiz. Me impresionó
la pobreza, más sangrante que en Sudamérica. La visita a los enfermos de
malaria y de sida me interpeló con muchísima fuerza. Cerca de la misión está el
primer proyecto de la Fundación Agrónomos sin Fronteras. Desde entonces mi
relación con ellos fue en aumento y este año me acogen en su segundo proyecto
agrario: el Programa Pawaga.
Itunundu. Tanzania
Los tanzanos, en su mayoría de origen bantú, están
divididos en más de 120 etnias y hablan decenas de lenguas aunque les une el
swahili, que durante estos meses trato de aprender. La esperanza de vida en
este país ronda los 47 años y hay dos médicos por cada 100.000 habitantes.
Cerca de mi casa hay un pequeño dispensario
que dirigen los misioneros de la Consolata. Son las mujeres y los niños
los que, por la mañana y al caer el sol, van a por agua al río que atraviesa
Itunundu, el pueblo donde vivo. No es de extrañar que las enfermedades
parasitarias sean una de las principales causas de muerte por estas latitudes.
En Itunundu la temperatura alcanza más de 30ºC todos los
días. Estamos en el Valle del Rift y hay muchísimos mosquitos. La vida es
difícil. La gente malvive del arroz. Sin luz, sin agua en las casas… Siempre
dormimos bajo una mosquitera que aquí, lejos de ser un adorno, pasa a ser un
seguro de vida. Cada 45 segundos muere un niño de malaria en África. Más del
85% de las muertes por paludismo en el mundo se registran en este continente.
La educación es de muy mala calidad. Gracias a las
donaciones que ha recibido este país para cumplir los objetivos del milenio se
han construido cientos de escuelas pero los profesores están muy mal formados.
En la escuela primaria de Itunundu hay 800 alumnos repartidos en 7 aulas y en
un pueblo cerca de donde vivo está una de las escuelas peores de todo Tanzania:
700 alumnos y tan solo 3 profesores. Echad cuentas.
Mi trabajo.
Fundación Agrónomos sin Fronteras
En Tanzania realizo mi labor voluntaria con la Fundación
Agrónomos sin Fronteras (ASF) que trabaja en dos programas agrícolas en la
región de Iringa. Son gente joven que trata de promover un desarrollo agrario
que haga más digna la vida de estas gentes.
ASF aterrizó en Tanzania el 2004. Tras el proyecto
inicial en la comarca de Sadani, el año
2008 empiezan su segundo programa agrícola en Itunundu (Pawaga) donde estoy
pasando el año. Este programa tiene como objetivo el desarrollo agrario de la
población rural mejorando la economía de subsistencia mediante una escuela de capacitación agraria y una cooperativa que
impulsa el asociacionismo y dota de servicios a los agricultores de la comarca.
En este Año Internacional de las Cooperativas, mi labor
se centra en esta asociación de agricultores con mucho futuro y en la mejora de
la calidad en la escuela. También estoy buscando y ejecutando otros proyectos
complementarios que buscan un desarrollo integral, algunos de ellos educativos.
Lo que estoy
aprendiendo
A ser más paciente. A no mirar tanto el reloj. Aquí los
ritmos son distintos. “Pole pole” dicen ellos, despacio. Cooperar es caminar
con el ritmo de los locales. La cooperación es una labor a largo plazo y para
ayudar de forma eficaz hay que conocer muy bien esta realidad.
A vivir con menos. La vida de un cooperante (de la
mayoría) es muy sencilla, austera, con pocas comodidades. Muchos días me ducho
con una botella y en muchos momentos no hay luz y el calor y los mosquitos
llegan a ser agobiantes.
A valorar todo mucho más. Una botella de agua, cualquier
comida por sencilla que sea, una ducha,… Por supuesto a la familia y a los
amigos de España. También el tener salud. ¡Cuántos africanos mueren por un agua
insalubre o por no tener una mosquitera!
A ser más sensible al sufrimiento. Aquí la gente sufre
mucho. La muerte es algo cotidiano que está siempre llamando a sus puertas. Sin oportunidades, muchos tanzanos sobreviven sin
posibilidades de salir del círculo de la pobreza en que se hallan recluidos.
A vivir alegre. En medio de la pobreza te encuentras
gente muy sonriente que celebra la vida, siempre que tiene ocasión, con
canciones y bailes.
A trabajar con más eficacia y mejor en este mundo de la
cooperación. Cualquier ayuda no vale, incluso hay ayudas que “desayudan”. Desde la Ongd Persona Solidaridad y desde ASF
creemos que un mundo más justo es posible y estamos trabajando por aportar
nuestro granito de arena.
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